MARRUECOS
Ruta de las Mil Kasbahs
Marruecos es tierra de contrastes, y pocas rutas lo muestran tan bien como la legendaria Ruta de las Mil Kasbahs.
Este recorrido atraviesa valles, montañas y desiertos, ofreciendo al viajero un viaje en el tiempo a través de fortalezas de barro, oasis escondidos y pueblos bereberes que parecen detenidos en la historia.
Desde Ouarzazate hasta Merzouga, esta ruta no es solo un trayecto geográfico, sino un viaje sensorial a través de palmerales exuberantes, gargantas profundas y dunas que no parecen reales.

Las kasbahs son antiguas fortalezas construidas en adobe, que servían como residencias de familias poderosas y puntos de defensa en los caminos comerciales. Sus muros rojizos, en armonía con el paisaje, son hoy símbolos vivos de la cultura marroquí y de su increíble capacidad para adaptarse al entorno del desierto.
Recorrer esta ruta es mucho más que un itinerario turístico: es adentrarse en un Marruecos auténtico, donde las palmeras conviven con las dunas, los ríos con los cañones y la hospitalidad bereber con la grandeza de su arquitectura milenaria.
Cómo llegar y punto de inicio de la Ruta de las Mil Kasbahs
La Ruta de las Mil Kasbahs en Marruecos puede comenzar tanto en Marrakech como en Ouarzazate, dependiendo de tu itinerario y del tiempo disponible.
En nuestro caso, volamos directamente desde Barcelona a Ouarzazate, una opción muy cómoda si quieres ahorrar horas de carretera y empezar la ruta ya en pleno sur marroquí. Desde allí pudimos adentrarnos en los valles, kasbahs y oasis casi desde el primer día.
Si llegas desde Marrakech deberás atravesar las montañas del Alto Atlas por el espectacular puerto de Tizi n’Tichka, que ofrece paisajes de vértigo y numerosas paradas fotográficas.
Te cuento como llegar desde Marrakech:
Deberás tomar la carretera N9, que asciende hasta los 2.205 m en el puerto de Tizi n’Tichka, uno de los pasos de montaña más altos de África del Norte. El trayecto cubre unos 200 km entre Marrakech y Ouarzazate y suele durar entre 4 y 5 horas, dependiendo del tráfico y de las paradas que realices en el camino. Al planificar este tramo es importante tener en cuenta que el tiempo puede alargarse considerablemente en caso de obras o mucho tráfico. Nosotros lo vivimos en primera persona: cuando lo cruzamos, estaban trabajando en varios tramos y la circulación era mucho más lenta de lo habitual, lo que nos llevó a sumar una hora extra al trayecto.
Etapas principales de la Ruta de las Mil Kasbahs
Esta ruta atraviesa paisajes únicos, desde montañas y gargantas hasta palmerales y desiertos. Estas son las paradas más destacadas:
Aït Ben Haddou, la joya del Atlas
El ksar de Aït Ben Haddou es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y una de las kasbahs más famosas de Marruecos. Su silueta de adobe ha sido escenario de películas como Gladiator o Juego de Tronos.
Imprescindible recorrer sus callejuelas, subir a lo alto del ksar y disfrutar de la panorámica del valle.
Skoura y sus palmerales
A pocos kilómetros de Ouarzazate se encuentra el palmeral de Skoura, un auténtico oasis salpicado de kasbahs históricas. La más conocida es la Kasbah Amridil, una de las mejor conservadas y símbolo de la arquitectura bereber.
Perfecto para dar un paseo tranquilo entre palmeras y adobe.
Valle de las Rosas
Cada primavera, el Valle de las Rosas se tiñe de color y aroma gracias a la floración de los rosales de Damasco. Aquí se produce el famoso agua de rosas, con cooperativas locales donde puedes conocer el proceso.
Si visitas en mayo, coincide con el Festival de las Rosas, una experiencia cultural única.
Valle del Dades
El Valle del Dades es conocido por sus espectaculares gargantas y su famosa carretera serpenteante, una de las más fotografiadas de Marruecos.
Recomendamos hacer alguna caminata corta y parar en los miradores para contemplar las formaciones rocosas conocidas como “los dedos de los monos”.
Gargantas del Todra
Más al este, las Gargantas del Todra impresionan con sus paredes de hasta 300 metros de altura. Es un paraíso para senderistas y escaladores.
Ideal para caminar por el cañón, refrescarse en el río.
Desierto de Merzouga
Aunque no forma parte estricta de la ruta, diriamos que es obligatorio llegar hasta Merzouga para vivir la experiencia del desierto en las dunas de Erg Chebbi.
Dormir en una jaima bereber bajo un cielo estrellado es una de esas vivencias que no se olvidan.
Nuestra Ruta de las Mil Kasbahs en 6 días
Viajamos a Marruecos a principios de junio, una época considerada de temporada baja, ya que el calor empieza a ser intenso, especialmente en la zona del desierto, y hay pocos turistas. Aun así, fue una experiencia inolvidable y esta fue la ruta que seguimos:
Día 1: Llegada a Ouarzazate y primera toma de contacto
Nuestro viaje comenzó en Ouarzazate, la conocida Puerta del desierto. Recogimos el coche de alquiler en el aeropuerto y nada más salir a la ciudad, sentimos esa mezcla única de calma y bullicio que caracteriza las ciudades del sur de Marruecos: calles polvorientas, fachadas de adobe en tonos rojizos y el aire cálido que anuncia lo que está por venir en la ruta.
Esta ciudad guarda auténticos tesoros culturales:
Kasbah de Taourirt, fue uno de los lugares que más nos impresionó en Ouarzazate. Desde fuera, su enorme estructura de adobe rojizo parece fundirse con el desierto, como si llevara siglos formando parte del paisaje. Da la sensación de estar frente a una fortaleza sacada de un cuento.
Pero lo mejor llega al entrar. Caminar por sus pasillos estrechos, patios y escaleras es como viajar en el tiempo hasta la época en la que las kasbahs eran símbolo de poder y refugio frente al desierto. Esta, en concreto, fue residencia del poderoso clan Glaoui, y todavía conserva rincones con techos de madera tallada y decoraciones bereberes que muestran la importancia que tuvo en su momento.
A nosotros nos sorprendió el contraste: algunas zonas están restauradas y muestran toda la belleza de su arquitectura, mientras que otras se mantienen más desgastadas, lo que le da un aire auténtico, casi crudo, que hace que la experiencia sea aún más real.
Subir hasta la terraza es un imprescindible. Desde arriba se obtienen unas bonitas pistas del palmeral y de la ciudad de Ouarzazate, y ahí entiendes perfectamente la importancia que tenían estas fortalezas en la vida cotidiana y en la defensa del lugar.
Atlas Studios, son mucho más que un lugar de rodaje: son una ventana a la magia del cine en medio del desierto marroquí. Considerados los estudios cinematográficos más grandes del mundo, han sido escenario de películas como Lawrence de Arabia, Gladiator, La Momia y de series como Juego de Tronos.
Caminar por sus decorados es una experiencia casi surrealista. Te encuentras de repente frente a templos egipcios, murallas bíblicas o palacios que parecen auténticos, aunque en realidad muchos estén hechos de madera y cartón pintado. Esa mezcla de realismo e ilusión es lo que hace tan especial la visita.
Para nosotros fue una experiencia muy curiosa y divertida. Pasear por escenarios que habíamos visto en la gran pantalla nos hizo sentir dentro de la película, y a la vez nos impresionó cómo estos decorados conviven con el paisaje real: desiertos rojizos, montañas áridas y la luz intensa del sur de Marruecos. Esa combinación de magia cinematográfica y naturaleza auténtica es única y hace que valga la pena la parada.
La visita guiada dura aproximadamente una hora y es bastante amena. Los guías locales explican anécdotas de rodajes, muestran qué partes son “reales” y cuáles son pura escenografía, y comparten con orgullo cómo Ouarzazate se convirtió en el Hollywood marroquí.
Museo del Cine, una parada perfecta para los amantes de la gran pantalla, con decorados y objetos que muestran cómo Marruecos se ha convertido en escenario mundial. A nosotros no nos dio tiempo a visitarlo, ya que íbamos con el tiempo justo y preferimos ver los Studios.
Después de disfrutar de este primer contacto con la cultura y la historia, emprendimos camino hacia las montañas. El paisaje iba cambiando poco a poco: de la ciudad polvorienta y rojiza al «frescor» de los valles y oasis. Esa noche dormimos en un riad a medio camino de las Gargantas del Dadès, rodeados de silencio, cielos estrellados y la hospitalidad marroquí que nos acompañaría durante toda la ruta.
Día 2: Gargantas del Dadès, Gargantas del Todra y llegada al desierto de Merzouga
Al despertar nos esperaba un típico desayuno marroquí con panes recién hechos, miel y mermeladas caseras. Después pusimos rumbo al Valle del Dadès.
Antes de llegar a la garganta, nos encontramos con las famosas formaciones rocosas conocidas como “los dedos de mono”. Es un paisaje único de enormes rocas redondeadas alineadas una al lado de la otra, como si fueran dedos gigantes. Hicimos una parada rápida para hacer fotos y disfrutar del entorno, porque realmente llaman la atención y son uno de los puntos más característicos del valle.
Seguimos la carretera pasando entre montañas y pequeños pueblos bereberes, adentrándonos en la garganta del Dadès hasta la famosa carretera en zigzag, una de las más fotografiadas de Marruecos. Allí comprendimos por qué esta ruta es considerada una de las más bellas del país. Puedes hacerla conduciendo y llegar hasta el mirador de Tisdrine. Allí, la parada es obligatoria para observar y disfrutar del paisaje.
Continuamos hacia las Gargantas del Todra, un cañón imponente con paredes que se alzan hasta 300 metros de altura. Entre turistas, pastores y locales, se siente la fuerza de la naturaleza y la calma de un lugar que parece ajeno al paso del tiempo. Aprovechando que teníamos coche seguimos la carretera para admirar un poco más el paisaje rocoso y alejarnos de la multitud.
Tras recorrer las gargantas, hicimos una parada en el Palmeral de Todra, un auténtico oasis que se extiende a lo largo del valle gracias al río que nace en el desfiladero. El contraste es sorprendente: después de kilómetros de roca rojiza y árida, de repente aparece un manto verde de palmeras datileras, huertos y pequeños pueblos bereberes que viven del agua y la fertilidad de estas tierras. El palmeral no solo es un recurso agrícola, sino también un lugar lleno de historia. Muchos de estos oasis han sido puntos clave en las antiguas rutas caravaneras, y todavía mantienen esa atmósfera de hospitalidad y vida en comunidad.
Seguimos rumbo al desierto de Merzouga. Llegamos al punto de encuentro en el pueblo de Merzouga donde nos esperaba el 4×4 para llevarnos al campamento del desierto. Contra más nos adentrábamos al en este, más impresionante era el paisaje. Inmensas dunas rojizas que llegaban hasta donde alcanzaba la vista.
Esa noche y la siguiente, dormimos en jaimas bereberes. Para cenar, nos esperaba el típico Tajín de cordero y después la tradicional música de tambores junto al fuego y los bereberes que cuidaban el campamento. Nos enseñaron sus canciones y nos hicieron bailar bajo el cielo estrellado donde llegamos a ver la Vía Láctea (algo que a nosotros nos deja con la boca abierta cada vez que la vemos). Sin duda, fue uno de los recuerdos más mágicos de todo el viaje.
Día 3: Segundo día en el desierto, entre dunas y tradiciones bereberes
El calor del desierto en junio es muy intenso durante el día. Alcanzamos los 40 grados a pleno sol, por lo que quedarnos en el campamento no era una opción. Así que nos lanzamos a la aventura con una excursión en 4×4 por el desierto de Erg Chebbi.
Visitamos el pueblo de Khamlia, un pequeño pueblo a las puertas del desierto y conocido por su música gnawa, una tradición con raíces africanas. Sus habitantes son mayoritariamente descendientes de personas esclavizadas que fueron traídas desde el África Subsahariana a través de las antiguas rutas caravaneras. Nos recibieron con té y nos compartieron su cultura con una muestra de danza y percusión. Nos pareció que estaba muy enfocado a los turistas y, aunque los bailes e instrumentos son auténticos, la experiencia nos dejó un sabor agridulce.
Seguimos nuestra excursión y a 2km nos encontramos con las antiguas minas de Mifis. Durante algunos años fueron explotadas por los franceses, para extraer plomo. Hoy día, aunque semi abandonadas, algunos mineros extraen cuarzo.
Una vez vista la mina, el guía se adentró en el desierto dejando las pisas atrás y deshinchó las ruedas del 4×4. Ahí supimos que la diversión estaba por llegar. Nos llevo por el medió del desierto, subiendo y bajando las dunas, haciéndonos disfrutar al máximo de esta experiencia en el desierto.
El recorrido nos llevó también al Oasis de Hassilabied, un rincón verde en medio de la nada, y tuvimos la oportunidad de compartir un rato con familias nómadas, que nos mostraron su forma de vida sencilla y resiliente frente al desierto.
Terminamos la excursión a la hora de comer en un hotel de Merzouga, ya que la temperatura en el desierto y las jaimas es todavía demasiado elevada. Allí nos refrescamos en la piscina hasta que pasan las horas más calurosas del día y nos vienen a buscar para volver a cenar en el campamento y volver a disfrutar de las noches en el desierto.
Antes de la cena, tuvimos tiempo de disfrutar del desierto. Pudimos caminar, hacer sandsnow, subir a dunas más altas y disfrutar de ver el sol caer detrás de las dunas y dejando paso a un cielo lleno de estrellas.
Día 4: De las dunas de Merzouga a Zagora
Dejamos atrás las dunas de Erg Chebbiy ponemos rumbo hacia Zagora. Tenemos 275km, pero los paisajes africanos hacen el camino muy ameno.
Por el camino puedes hacer parada en los pueblos de Tazzarine o Nkob, conocidos por sus kasbahs y su autenticidad. Nkob, en particular, es famoso por sus más de 40 kasbahs y su increíble palmeral.
Llegar a Zagora fue reencontrarnos con la vida local: mercados, palmeras infinitas y un ambiente relajado que invita a pasear sin prisa. Aquí el desierto es diferente, más árido y pedregoso, pero igualmente impresionante.
Día 5: Titzi n’Tinififft, Ksar de Aït Ben Haddou y noche a los pies del Atlas
Ponemos rumbo de regreso hacia Ouarzazate desde Zagora, tuvimos que atravesar el puerto de Tizi n’Tinififft, un paso de montaña situado a 1.660 metros de altitud que ofrece uno de los paisajes más sorprendentes del sur de Marruecos.
A diferencia del Tizi n’Tichka, este paso es más árido y rocoso, con montañas que parecen sacadas de otro planeta. La carretera serpentea entre curvas y miradores naturales donde merece la pena detenerse para admirar la inmensidad del paisaje.
El nombre Tinififft significa en bereber “paso estrecho”, y realmente transmite esa sensación de camino angosto que conecta dos mundos: el valle del Drâa con la región de Ouarzazate.
De camino de regreso hacia Ouarzazate, hicimos una parada obligada en el Ksar de Aït Ben Haddou, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Caminar por sus estrechas callejuelas es como retroceder varios siglos: murallas de barro rojizo, torres defensivas y viviendas que todavía hoy conservan la esencia de la vida bereber. Algunos rincones han sido restaurados para preservar su valor histórico, mientras que otros mantienen el encanto del paso del tiempo.
Además de su riqueza cultural, Aït Ben Haddou ha sido escenario de numerosas películas y series internacionales como Gladiator, Lawrence de Arabia, La momia o Juego de Tronos. No sería raro sentir que ya has estado allí antes.
Tras la visita, decidimos dormir a los pies del Atlas, en un pequeño riad rodeado de montañas. El contraste del frescor nocturno tras días de calor en el desierto fue una recompensa perfecta antes de la última etapa del viaje.
Día 6: Travesía del Atlas
El último día lo dedicamos a cruzar el Alto Atlas por el puerto de Tizi n’Tichka. Este puerto es la carretera más famosa del Alto Atlas, y uno de los pasos de montaña más espectaculares de Marruecos. Conecta Marrakech con Ouarzazate a través de la carretera N9, ascendiendo hasta los 2.205 metros de altitud, lo que lo convierte en uno de los puertos más altos del norte de África. Aunque el trayecto suele durar unas 4 a 5 horas, en nuestro caso se alargó debido a obras en la carretera y tráfico intenso.
Finalmente regresamos a Ouarzazate, cerrando una ruta que nos llevó por kasbahs, gargantas, oasis y desiertos, descubriendo la verdadera esencia del sur de Marruecos.
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